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SOCIEDAD DE TASACION
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“Cities, what´s next?” Un paseo por la ciudad que viene La ciudad ha pasado a ser uno de los temas de investigación más interesantes ampliando su campo hacia disciplinas que hasta el momento apenas se habían pronunciado. Filósofos, antropólogos o sociólogos han desbancado a los historiadores del arte, la arquitectura y el urbanismo, por no decir arquitectos, quienes tradicionalmente eran los únicos “autorizados para tratar estas cuestiones.

El pasado 28 de septiembre, retransmitido en streaming por ST-TV, el canal online de ST Sociedad de Tasación, se celebró en el Auditorio Caja de Música la jornada “Cities: what’s next?” en el marco del congreso Open House Madrid’18, donde se reflexionó desde diferentes puntos de vista (arquitectura, urbanismo, filosofía, arte, tecnología… ver programa y participantes aquí) sobre el futuro de la ciudad. Suena bien, pero, ¿de qué se habló realmente?

¿Ciudades ¿inteligentes?

En realidad, son los ciudadanos inteligentes, los que construyen las ciudades inteligentes, y solo un comportamiento ciudadano inteligente dará como resultado una casa inteligente para todos ellos. Para todos nosotros. Una ciudad que asegure la movilidad de sus ciudadanos; un espacio no gentrificado, diverso y abierto, y que asegure a sus habitantes un desarrollo sostenible y una relación verdadera con la naturaleza.

La ciudad futura, deberá asegurar estas premisas de igualdad, solidaridad y, sobre todo, y en esto coincidían todos los ponentes, más centrada y pensada en los ciudadanos. En un mundo en constante cambio, en el que lo que varía es el contexto y la velocidad del cambio, el diseño de las ciudades se impone sostenible, integrado, inclusivo, integrado y centrado en la persona.

En pleno (y constante) boom demográfico, la tendencia es un movimiento masivo a las ciudades. Hoy, hay 10 mega ciudades (de más de 10 millones de habitantes) en el mundo, pero en 2050 serán 50. Ciudades donde la gente vive aislada, con dependencia del coche (contaminación) y crecientemente Tecnologizada.  

En este contexto, el factor común de las ciudades felices son las conexiones sociales. La concentración de ciudadanos, de personas, no hace ciudad. Es la acción política, la interrelación social entre sus habitantes lo que hace ciudad, como sucedía en la Grecia clásica, en el Ágora, que era el punto de encuentro de los ciudadanos. 

Si el Big Data fuera la solución, ¿cuál sería la pregunta correcta?

La tecnología se usa, en principio, para mejorar las cosas, la vida, los negocios. Hoy, nos parece lo más importante la información en tiempo real, el célebre big data. Nos permite mayor rapidez al encontrar soluciones, o respuestas en tiempo casi real, pero hallar las respuestas que necesitamos, requiere de un planteamiento acertado: si no nos hacen.os las preguntas adecuadas, las respuestas, los data serán papel mojado… o ciberbasura. 

No vivimos un tiempo de cambios, sino un cambio de tiempos. Todo está cambiando, aunque nadie sabe realmente hacia dónde… ni siquiera sabemos si el cambio es a mejor. Como declaración de intenciones, “pongamos a la gente en el centro de la planificación” está muy bien, pero deberíamos fijarnos no sólo en los espacios públicos, sino en el primer círculo: la vivienda privada.

En este nivel, menos del 1% del parque de viviendas es eficiente. La tarea es enorme, no se solucionan los problemas de un barrio haciendo un parque. Hay 25 millones de viviendas a transformar. Es una tarea masiva, participativa, que no se opera desde el móvil, sino sobre la ciudad. La tecnología, bien dirigida, ayuda, pero no son la misma cosa tecnología y ciudad.

Si nos situamos fuera del control de las redes instantáneas, si liberamos nuestras almas del Sillicon Soul en el que parecemos instalados a veces, veremos que las patologías del presente tienen mucho que ver con la indexación, con la conectividad, la excesiva googleización, y que a veces vivimos en un capitalismo cogido con alfileres, siempre pendientes de un like, de un RT, de que no cese la dopamina

Mi ciudad es mi castillo

La relación de la casa primigenia con su entorno, con su “ciudad”, empieza con la ventana. La puerta existe primero, pero la puerta es más frontera que otra cosa. Ese hueco que se abre para dejar pasar la luz y que, de algún modo.

Esa ventana crece y se transforma para que los que están dentro vean lo que sucede fuera… y viceversa, convirtiendo la ventana en un escaparate, un espectáculo de dos direcciones. De ahí pasamos a la ventana electrónica, la televisión, el pc... y Windows, claro. El simulacro, finalmente, es más real que lo real.

Así situados, el verdadero viaje de descubrimiento no es buscar nuevos paisajes, sino mirar con nuevos ojos. Y, no lo olvidemos, ser mirados con ojos escrutadores al mismo tiempo. Así, en nuestra casa tecnologizada, el internet de las cosas, al final, envía nuestros data, a nadie sabe muy bien qué y, por otro lado, cada rincón de nuestra casa, gracias a las plataformas colaborativas y tecnológicas, es susceptible de ser rentabilizada: nuestro escritorio, la habitación que nos sobra como almacén, hasta el wáter. La casa es un sistema abierto y genérico conectado con el resto de la ciudad.

Churchill decía que a la vez que damos forma a las ciudades, ellas nos dan forma a nosotros. Al  fin, estamos más conectados que nunca… y también más aislados. Y ello a pesar de que buscamos una ciudad que no se centra en los materiales, sino en los ciudadanos, el bienestar, la educación, etc…

 

La ciudad alternativa

Un modo novedoso de desarrollar el futuro de las ciudades, no hacia arriba, no a lo ancho, en extensión, sería hacerlo en profundidad, tanto de forma figurada, como física (bajo tierra), como propone Dominique Perrault en una de sus investigaciones urbanísticas más audaces y novedosas sobre el centro histórico de París. Repensando la ciudad hacia abajo, hay distintas estrategias que eluden el agravio primigenio de la luz

En general, y sorprendentemente, Docencia, Investigación y la práctica de profesional de la Arquitectura se presentan muy poco permeables, ¿de qué ciudad hablamos?

Del 55% de la población mundial que hoy vive en las ciudades, un 23% está en ciudades de menos de 300.000 habitantes; ciudades que no tienen el tamaño, la escala, la infraestructura, para asumir estos discursos teóricos que dominan la discusión. Están por debajo de lo visible.

Otra pregunta sería ¿qué hay en esas ciudades? ¿con qué materiales cuenta, realmente, la ciudad? Y ¿cómo lo haremos? Empezar a acortar distancias entre lo teórico y lo posible, buscar los engranajes que hacen que la arquitectura puede ser aún relevante, diluyendo la diferencia entre lo futurible y lo posible.

Elogio del no saber

Dejémonos de grandes cuestiones teóricas, “embrollos” que no interesan a nadie, y bajemos a la arena de lo concreto, de la verdad, para construir pequeños instrumentos que traten de cambiar, a escala realista, escala de barrio, de calle, la realidad, mejorando la vida de los ciudadanos. No podemos conformarnos con la letanía del diagnóstico apesadumbrado, ni ser agoreros del desastre: hay que actuar. La arquitectura es una disciplina de acción.

Desde el no saber, desde lo pequeño, escalemos nuestras acciones para que pasen a ser un beneficio público. Activando protocolos que beneficien a la generalidad, y que generen una comunidad experimental y de conocimiento.

En resumen: Participación, colectivismo, turistificación, gentrificación, movilidad sostenible… necesidad de contexto y tecnología integradora, de tener una visión de la ciudad; el círculo vicioso de la ciudad: la tecnología es necesaria pero no lo mismo tener datos a tener conocimiento. Y pongamos a la persona en el centro de la ciudad.

 


Escrito por el equipo de ST Sociedad de Tasación

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