Una Pequeña Ciudad dentro de Zaragoza

Existe una pequeña ciudad dentro de la capital aragonesa. Dispone de un puente, un río, casas, restaurantes, bares, museos de arte, colegio, jardines, zonas verdes, lugares para hacer deporte, monumentos conmemorativos y grandes avenidas.

Cualquiera pensará que estamos hablando de alguno de los innumerables barrios de nueva creación que florecieron como setas durante los años de bonanza de la burbuja inmobiliaria en todas las ciudades de España. Pues no. Estamos hablando de un parque. Sí señores, del parque con más solera de Zaragoza, el Parque José Antonio Labordeta.

Se trata de una zona verde de 400.000m2, un verdadero pulmón de la capital maña, que fue inaugurado en 1929 por Miguel Primo de Rivra. Inicialmente se le bautizó con este nombre y, aunque en septiembre de 2010 pasó a denominarse Parque de Antonio Labordeta, en conmemoración del político y cantautor, siempre ha sido y sigue siendo conocido popularmente como ’El Parque Grande’.

Su acceso principal se encuentra al atravesar el Puente 13 de Septiembre, que luce esplendoroso sobre el río Huerva. Este parque, que no llega al siglo de vida, se diseñó y construyó como antiguamente lo hacían las ciudades, ubicado estratégicamente alrededor del agua, quedando jalonado por el río y el Canal Imperial de Aragón.

El ‘Parque Grande’ es el sitio ideal para pasear. Sus grandes avenidas están delimitadas por fuentes ornamentales, parterres, jardines de inspiración versallesca, como en el Paseo San Sebastián. Otras están custodiadas por imponentes árboles centenarios, como el Paseo de de los Bearneses o el de los Plátanos.

Se consideró el lugar perfecto para albergar monumentos. Tanto de nueva creación para homenajear a personajes de la historia zaragozana, como para recoger obras anteriores a la creación del parque y que, tras vagar por diferentes lugares, han conseguido encontrar aquí un hogar definitivo, como el Quiosco de la Música o la Fuente de Neptuno.

Hasta hace poco, también permitía disfrutar del arte en las Casas de Albarracín y de Ansó, que albergaban, respectivamente, las secciones cerámicas y etnológicas del Museo de Zaragoza. Como fiel reflejo de la situación del sector inmobiliario de los últimos años, la crisis ha hecho mella en ellas y se vieron obligadas a cerrar su puertas el pasado año.

Es lugar ideal para los amantes de la botánica, que, además del cuidado entorno, tienen la posibilidad de deleitarse en el Jardín Botánico.

Tampoco nos podemos olvidar de mencionar las posibilidades de ocio que ofrece para adaptarse al público de todas las edades y gustos: su tren turístico, el alquiler de bicicletas y tándems, los circuitos para la práctica de atletismo, los bares, restaurantes y cafeterías...

Como se puede comprobar, dar un paseo por esta pequeña ciudad es un privilegio para el visitante. Es un placer invitar a todo aquel que quiera disfrutar de un rato de asueto a descubrir los rincones, muchas veces desconocidos, de este gran lugar de esparcimiento.